Entre la tradición y el presente: saberes ancestrales en la agricultura
El conocimiento ancestral en las prácticas agrícolas ha vuelto a ganar terreno en nuestra era del cambio climático. Es necesaria la reconexión del ser humano con su entorno natural, sus costumbres milenarias y el conocimiento adquirido desde la experiencia para hacer de la agricultura más sostenible. ¿Cómo volvemos a este diseño original?
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“Cada cultura ha obtenido los recursos necesarios de una forma u otra y los ha utilizado conforme a sus necesidades, de tal modo que la evolución cultural ha ido de la mano de la evolución en el conocimiento del medio natural, y del entendimiento de sus diferentes componentes y su funcionamiento1”. Como el mismo término agricultura lo indica, alrededor del cultivo de la tierra se ha creado una serie de costumbres, creencias, mitos y formas de vivir que han dado forma a nuestras sociedades. Estas a su vez han moldeado los procesos agrícolas y su optimización. Sin embargo, en los últimos 200 años una mayor tecnificación de la agricultura, la modernización y globalización de nuestro planeta dieron lugar a una desconexión con el saber ancestral y un deterioro de la biodiversidad, lo que ha producido los efectos del cambio climático que hoy enfrentamos2.
¿En qué consiste este conocimiento ancestral aplicado a la agricultura y cómo se lo visualiza en nuestro momento actual? Cabe mencionar que el principal medio de transmisión de los saberes ancestrales es la tradición oral, donde las personas mayores o “ancianos” compartían su experiencia con las generaciones más jóvenes. Esta práctica se ha visto perjudicada en varias partes del mundo y al hablar del caso específico de Ecuador, la migración campo-ciudad e internacional han dejado una brecha generacional que hasta el momento la educación tradicional no ha podido llenar3. Si se quiere que la educación sea un vehículo para compartir el conocimiento ancestral como sería el caso del uso de las plantas o etnobotánica, esta debe “ser contextualizada, impregnada de elementos locales como materia prima4”.
La agricultura ancestral es una forma de bioconocimiento que busca entender los saberes utilizados en esta actividad5. Estos son una construcción social ya que son específicos del sitio donde surgen. Además, si tomamos en cuenta solo el conocimiento de Occidente, muy sofisticado y desarrollado por mérito propio, este “es solo uno de los modos posibles de conocimiento y, por lo tanto, es insuficiente para dar cuenta de todos los aspectos de la realidad6”. El saber ancestral es primordial para la seguridad alimentaria de poblaciones indígenas y campesinas quienes están protegidos por la ley porque promueven la protección de otros recursos como el agua y la salud de personas, plantas y animales7.Existen múltiples técnicas ancestrales para diferentes partes de la producción agrícola como es “preparación del terreno, selección de la semilla, tratamiento de plagas y enfermedades, manejo del cultivo, cosecha y postcosecha… [y] la producción pecuaria8”. Un ejemplo clásico de esto es como en varias culturas del mundo se han basado en las fases lunares para determinar tiempos de cultivo y de cosecha o los tiempos de apareamiento de los animales de granja. Los mayas ya practicaban la diversificación de cultivos o “milpa” y en el caso de los incas, la materia orgánica no se desperdiciaba en absoluto y esta regresaba a las tierras de cultivo en forma de abono9. Además, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) ha identificado Sistemas Importantes del Patrimonio Agrícola Mundial (SIPAM) que “son agroecosistemas habitados por comunidades que viven en una relación intrínseca con su territorio10” y han dado como resultado técnicas como los sistemas de terrazas de arroz en Madagascar y Filipinas; sistemas pastoriles nómadas y seminómadas en la India y China; sistemas de irrigación de la antigüedad en Irán, Afganistán y otros países de Asia Central o los sistemas bajo el nivel del mar como es el caso de Países Bajos, India, Bangladesh y el sur de Asia11.
¿Cómo integramos este conocimiento a nuestro tiempo actual? Como se mencionó anteriormente, la clave para mantener vivos estos saberes es la transmisión oral. En ese sentido la educación formal y no formal podría recolectar esta valiosa información y comunicarla a los estudiantes, de acuerdo a su contexto local y a través de la práctica. Se han tomado pasos importantes como proteger las prácticas ancestrales en la agricultura a través de leyes (en el caso ecuatoriano, a través de la Constitución), lo cual fomenta su preservación y permite que se destine recursos. Y por supuesto, la mejor manera de conservar el conocimiento ancestral es a través de la utilización de estas técnicas en la agricultura moderna. Para esto es necesario el acercamiento a las comunidades, aprender sus maneras y de su entorno y establecer un diálogo entre este conocimiento y las nuevas tecnologías disponibles, ya que ambas se benefician simultáneamente.
1 Sánchez-Robles J. M., Torres-Muros, L. 2020. Revista Espacios. Educación, etnobotánica y rescate de saberes ancestrales en el Ecuador. Vol. 41 (23). p.158
2 Ibid. Sánchez-Robles J. M., Torres-Muros, L. 2020. p.159
3 Id.
4 Ibid. Sánchez-Robles J. M., Torres-Muros, L. 2020. p.167-168
5 Mera-Andrade R., Bejarano-Rivera C. et al. 2019. Tropical and Subtropical Agroecosystems No. 22. Aplicación del Bioconocimiento Ancestral en la Producción Agropecuaria. p.837-838
6 Añazco M., Sánchez D., et al. 2014. IICA. Conocimientos ancestrales para el manejo forestal sustentable. p.11-12
7 Id.
8 Ibid. Mera-Andrade R., Bejarano-Rivera C. et al. 2019. p.837-838
9 Ibid. Mera-Andrade R., Bejarano-Rivera C. et al. 2019. p.838 – 841
10 Koohafkan P., Altieri M.A. 2011. FAO. Globally Important Agricultural Heritage Systems. p.1-4
11 Id.