De Galápagos para el mundo: hacia la recuperación de ecosistemas marinos
La biodiversidad marina desaparece continuamente debido a su sobreexplotación. Ecuador ha ampliado la reserva marina Galápagos para proteger sus tesoros en las aguas. ¿Es esto suficiente? ¿Qué sucede con la pesca industrial y sobrepesca en el mundo? La clave está en el manejo sostenible de los recursos biológicos marinos.
Ha sido una noticia bien recibida por todos, además, de muy necesaria. El 14 de enero de 2022 se expandió la reserva marina de Galápagos de 133.000 a 193.000 kilómetros cuadrados y comprende frágiles ecosistemas, rutas migratorias y áreas de alimentación de especies marinas bajo amenaza que circulan aguas correspondientes a Ecuador, Colombia, Panamá, y las Islas Cocos de Costa Rica. La promesa de dicha expansión se había dado en el contexto de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático 2021 (COP26) en Glasgow, Reino Unido1. Sin embargo, ¿a qué se ha debido la urgencia de tal ampliación?
Definitivamente, uno de los principales motores de esta acción han sido los desafíos que enfrenta esta área protegida contra la sobrepesca y la pesca ilegal. En abril de 2020, se incautó en Hong Kong, 26 toneladas de aletas de tiburón provenientes de Ecuador. Varias de las especies decomisadas viajaban entre Galápagos y costas de países vecinos2. En 2017, se había detenido un barco frigorífico de procedencia china en la reserva y se encontraron 6.000 tiburones congelados3. Esto es solo una muestra de una realidad muy extendida en todo el planeta. Actualmente, se conoce que un 55% de los océanos forman parte de la pesca industrial, y sus impactos van desde la disminución de recursos, la captura incidental de especies en peligro y altas emisiones de CO2 por las embarcaciones utilizadas4. Pero, ¿cómo llegamos a este punto?
La sobrepesca no es nada nueva. Desde la década de 1970, los pescadores han reportado menor pesca en distintas aguas, lo cual promovió la creación de las Zonas Económicas Exclusivas (ZEE) que consisten en espacios donde se prohibe la pesca por parte de naves extranjeras. Tales límites obligaron a que, principalmente naciones industrializadas, mantuvieran estadísticas e informaran de las condiciones de la vida marina en sus ZEE. Y es que la conservación del medio acuático permite que florezca el intercambio de productos del mar provinientes de la acuicultura y de pescaderías, un sector que mueve USD 401 mil millones de dólares (2018) y que sustenta a un diez por ciento de la población global5. Además, un 95% de los peces atrapados tienen su origen en una ZEE, lo mismo que coloca la gestión de la pesca bajo supervisión de cada estado. En el siguiente enlace (p.85) encontrarán los distintos modelos de gestión de la pesca y cómo estos pueden reducir o evitar la sobrepesca6.
Y estas prácticas se encuentran enmarcadas en un contexto más amplio. La bioeconomía azul o blue bioeconomy se perfila como un camino que nos permitiría la conservación de los recursos marítimos, al igual que el alimento para alrededor de 3.300 millones de personas en el mundo que consumen al menos un quinto de la proteína animal requerida de fuentes acuáticas7. De acuerdo al Observatorio Europeo del Mercado de los Productos de la Pesca y de la Acuicultura (EUMOFA)8:
…la bioeconomía azul incorpora cualquier actividad económica asociada con el uso de recursos biológicos acuáticos renovables para la elaboración de productos. Ejemplos de esta amplia gama de productos incluyen alimentos innovadores y aditivos para alimentos, comida para animales, nutracéuticos, medicinas, cosméticos, materiales (p.ej. vestimenta y materiales para la construcción) y energía.
EUMOFA, 2020
Y con una visión de ecosistema al igual que de gestión de pesca, estos recursos marinos se regeneran con el tiempo. Ejemplo de esto es el caso del arenque americano que había sido pescado exhaustivamente en la costa atlántica del continente norteamericano. Con la introducción de cuotas y minucioso monitoreo a partir de 2012, los cardúmenes de este pez empezaron a crecer nuevamente. Hubo alimento para los predadores como delfines; otros peces muy cotizados se volvieron a alimentar con este pez como el atún, corvina y el pez azul; además, el arenque es utilizado como carnada para la langosta, y hasta ha sido un beneficio para el turismo, ya que las ballenas jorobadas siguen al arenque al puerto de Nueva York9. Resultados como estos han robustecido el concepto de enfoque ecosistémico de manejo de la pesca, que a más de tomar en cuenta el tamaño de existencias de una especie, considera “la salud, productividad y resiliencia de todo un ecosistema10”.
La ampliación de la reserva marina Galápagos es una noticia muy bienvenida y tiene su razón de ser en el esfuerzo por conservar fauna tan única en el mundo de amenazas latentes como la sobrepesca y pesca ilegal. No obstante, el compromiso va más allá de esta zona geográfica, al ser nuestros mares y océanos verdaderos sustentos para la vida terrestre. Así como lo muestran los ecosistemas marinos, si estos son alterados, toda la cadena de vida se desequilibra. Esto nos ha llevado a replantearnos el manejo de los recursos acuáticos, tomarlos en cuenta integralmente y aprovecharlos sosteniblemente, adaptando estas prácticas a nuestros entornos locales.